Tú naces de nuevo todos los días.

Con cada travesura, cada permiso,
cada juguetonería, cada sorpresa,
cada transgresión, cada pregunta,
cada atrevimiento, cada sonrisa…
cada concesión que decides hacer o hacerte.

También, todos los días, mueres un poco.

Con cada limitación, cada juicio,
cada postergación, cada reproche,
cada victimización, cada queja,
cada engaño, cada renuncia…
cada oportunidad que decidas pasar de largo.

Siempre estás naciendo.
Siempre estás muriendo.
Y en medio, la vida contempla respetuosa
tus coqueteos indescifrables.

La vida respeta tus nacimientos y muertes.
Sabe que, en el fondo, ambos son la escuela
que te ayuda a seguir creciendo.

Y tú sabes de sus distintos efectos secundarios.

Luis Bueno.

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