No hay nada que nos de más miedo,
que amar y reconocernos en ese Amor,
lo anhelamos y tememos al mismo tiempo.

En el contacto real con el amor,
nos volvemos totalmente vulnerables,
las protecciones caen y el corazón se abre.

Es gozoso, extático, divino en sí mismo.

Sí, da miedo;
nos asusta mucho abrir esa puerta
por temor a que nos vuelvan a hacer daño de una u otra forma.

En el camino de la protección para sobrevivir
nos fuimos empequeñeciendo, olvidando de quienes somos realmente.
Pero solo abriendo el propio corazón
y dejándose penetrar el alma es posible retornar a casa…. abriéndonos a lo divino en nosotros podremos vibrar en ese anhelado encuentro.
Encontrándonos con eso que realmente somos, puro Amor.

Es a nuestro propio potencial como seres divinos en una experiencia humana, una de las cosas a las que más tememos;
a nuestra grandeza y a nuestra disolución en ese todo del que formamos parte.
Como también es cierto que cuando lo tocamos,
cuando nos dejamos tocar por ello es tal el gozo que la consciencia se expande, crece y vemos aquello que siempre habitó en nuestro interior aunque lo dejamos de mirar, de escuchar.

Pura vida que empezamos a ver en nosotros y en los demás.
Abriendo el corazón a los miedos que nos encierran limitan,
abrimos la cancela en la que en algún momento entre nuestro nacimiento y el día de hoy nos metimos para protegernos de la vida y sin querer empezamos a morir.

Vivir con plenitud es exponerse al dolor y abrirse al placer,
y respirar en ambos, vibrar con ambos como parte de la vida y danzar con la música que suena en nuestro propio corazón.

Share This