Vincent Van Gogh
era inmensamente feliz solamente pintando.
No vendió ni un sólo cuadro,
nadie lo apreció, pasó inadvertido;
casi se moría porque su hermano sólo le daba
una pequeña cantidad de dinero para que por lo menos pudiera sobrevivir.

Durante cuatro días por semana ayunaba y tres comía.
Tenía que ayunar esos cuatro días porque,
¿de dónde si no iba a sacar para pagar sus lienzos,
pinturas y pinceles?
Pero, él era inmensamente feliz, su savia fluía.

Murió cuando tenía sólo treinta y tres años.
Se suicidó; pero su suicidio es mucho mejor que
tu mal llamada vida, porque se suicidó
cuando hubo pintado lo que quería pintar.

El día en que terminó un cuadro del atardecer
—que había sido su más ferviente deseo
escribió una carta diciendo:
«Mi trabajo está terminado, estoy satisfecho,
dejo este mundo inmensamente contento.

Se suicidó, pero yo no lo llamaría suicidio.
Vivió totalmente,
quemó la antorcha de la vida
desde ambos extremos simultáneamente,
con tremenda intensidad.

Osho.

Share This